Procesionaria del pino: Un riesgo que puede ser letal para nuestra mascota

La oruga del pino o procesionaria es un lepidóptero nocturno cuyo nombre científico es Thaumatopea pytocampa. Se trata de una especie de oruga recubierta con pelos urticantes cuyo contacto con la piel desencadena una dermatitis muy molesta.

El inicio del ciclo de la oruga se inicia al final del verano, cuando las mariposas salen del terreno, los machos fecundan a las hembras y estas depositan los huevos en forma de cápsulas en las agujas de los pinos. A las cuatro semanas, los huevos eclosionan dando lugar a las orugas, quienes afrontarán cuatro fases evolutivas entre las cuales destacan la fase dos, larva, que alcanza la capacidad urticante; y la fase tres, caracterizada por la construcción del nido (bolsón de seda) con forma de capullo amarillo, que se localiza en el pino.

El momento fundamental del ciclo de la procesionaria se desarrolla durante el inicio de la primavera, cuando todas las orugas migran debido a la ligera subida de la temperatura. Estimuladas por el “reflejo de enterramiento”, todas las orugas migran en procesión guiadas por una hembra que teje un hilo conductor, buscando un sitio ideal para enterrarse y formar las crisálidas, de las que saldrán como mariposas al final del verano siguiente.

Epidemiológicamente, el momento más peligroso para nuestras mascotas se produce durante la procesión para el enterramiento. El contacto con estas orugas libera una toxina a través de sus pelos llamada taumatopenia, una haloproteína que ocasiona la liberación de histamina, causando así una potente reacción inflamatoria. Normalmente encontramos una sintomatología que corresponde a un contacto oral, es decir, que nuestro perro las ha olfateado o incluso las ha ingerido. Así, el animal presenta nerviosismo, actos de deglución rápidos, babeo, se frota el hocico con las patas; en pocos minutos desarrolla glositis, estomatitis, e incluso la incapacidad de cerrar la boca. La gravedad de la sintomatología dependerá de si ha ingerido una oruga o no, y del tiempo que transcurra, pero el contacto con estos insectos puede ser mortal para la mascota.

Otros lugares menos comunes de contacto con las orugas (como ojos o nariz) pueden presentar inflamación y necrosis. Una vez nuestra mascota ha tenido contacto con ellas, el tratamiento es hospitalario dependiendo de la gravedad de los síntomas, pudiendo incluir sedación e intubación para que los animales que tengan la lengua muy inflamada puedan seguir respirando.

En los casos más graves, la lengua y los labios pueden sufrir necrosis, incluso llegando a la pérdida de un fragmento de piel.

En cualquier caso, el diagnóstico temprano es fundamental para limitar las secuelas; y la mejor medida contra esta intoxicación por contacto es la prevención, evitando la exposición a estos insectos limitando los paseos durante la temporada de febrero-abril. También se puede luchar directamente contra el parásito: si hay nidos en nuestra propiedad debemos responsabilizarnos de podar las ramas, o sacar de ellas los bolsones protegiéndonos la cara y las manos, teniendo cuidado en que el nido no caiga bruscamente y no hacerlo en días de viento (evitando así el desprendimiento de pelos). Otras opciones son el uso de feromonas que atraen a los machos hasta una trampa con el fin de evitar su reproducción.

Ante cualquier síntoma compatible no dudes en acudir inmediatamente a tu veterinario.

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